Una cifra mágica
El dueño de un campo de algodón de Alabama está preocupado. En los últimos años, las cosechas son cada vez más escasas. A ese paso, su negocio no tardará en irse a pique y sus hijos tendrán que buscarse otra fuente de ingresos. Sí, sus esclavos saben que la causa de las malas cosechas es la sequía, pero él está convencido de que hay que mejorar la productividad.
Un día, para confirmarlo, decide hacer una encuesta entre sus 'trabajadores'. De ellos, un 3% no contestan, mientras que el 97% restante coinciden en que la causa de los problemas es la baja productividad. A la vista del látigo que maneja a todas horas el capataz, ¿quién se atrevería a expresar su verdadera opinión?
Que yo sepa, aquel campo de algodón nunca existió, pero sí es cierto que el presidente Obama se basó en una encuesta parecida para afirmar que “un 97% de los climatólogos coinciden en que el cambio climático es real y está causado por los humanos”. Y, emulando al capataz imaginario, añadió: “Encontrad a los negacionistas de vuestro entorno... y denunciadlos, hoy mismo”.
Semejante caza de brujas, irónica viniendo de una persona de tez oscura, no es un fenómeno aislado. Ejércitos de ecologistas fanáticos presionan día y noche a los gobiernos y a los medios para que adopten los objetivos -suicidas- de reducción del CO2 de la atmósfera. A la vista de tal revuelo, tal vez lo primero que habría que preguntarse es: ¿hasta qué punto es real ese 97%?
Tomemos, por ejemplo, un estudio que obtenía ese mismo resultado a partir de cierto número de artículos científicos. De todos aquellos autores, un 66% no tomaban partido y, por lo tanto, no fueron tenidos en cuenta. Del 34% que sí tomaba partido, un 33% opinaba que la actividad humana había tenido mayor o menor influencia en el aumento de las temperaturas. ¿Está usted preparado? (Redoble de tambores). Nada por aquí, nada por allá... Tome su calculadora, divida 33 por 34 y obtendrá... ¡exacto: 97%!
(Pero no le cuente a nadie que buena parte de esos artículos críticaban las conclusiones del IPCC).
Otras encuestas
Aquella encuesta no ha sido la única. Sigue habiendo muchas encuestas que llueven todos los días sobre los medios de comunicación con tintes apocalípticos. En el año 2012, la American Meteorological Society preguntó sobre el tema a sus 7.000 miembros y recibió 1.862 respuestas. Sólo un 52% de ellas consideraban que el calentamiento del siglo XX se ha debido a los seres humanos. En los Países Bajos, la Agencia del Medio Ambiente envió también 6.550 cuestionarios a diversos expertos internacionales sobre el clima. Recibió sólo 1.868 respuestas, y únicamente un 66% de ellas coincidían con el IPCC.
Además, no todos los encuestados eran realmente 'expertos' en el clima. Muchos de ellos estaban sólo indirectamente relacionados con la climatología. Eran especialistas en análisis de políticas, salud o ingeniería. Y andaban un tanto despistados. Una mayoría, por ejemplo, negaban que el clima fuera un sistema caótico. Cosa que es absolutamente cierta, y que incluso el IPCC había reconocido en su informe de 2003: “... lo que estamos investigando es un sistema caótico no linear acoplado y, por consiguiente, no es posible predecir los estados futuros del clima”.
Pero aún hay más. En 2004, la historiadora Naomi Oreskes analizó los resúmenes de 928 artículos científicos que encontró en Internet en respuesta a la búsqueda “cambio climático global”. Habría encontrado 10.600 más si hubiera preguntado únicamente “cambio climático”. Curiosamente, el 97% que sostenían las tesis catastrofistas no siempre tenían criterio propio. Muchos de ellos, para no perder tiempo, daban por supuestas las conclusiones del IPCC y se centraban en la incidencia de la gripe, las mariposas en peligro de extinción, el ciclo de vida de las ranas y temas 'climatológicos' similares.
Las estadísticas, ya se sabe, sirven igual para un roto que para un descosido. Como botón de muestra, un artículo publicado en 2013 demostraba que, de los climatólogos encuestados, sólo un 0'3% creía realmente que el calentamiento global desde 1950 era de origen humano.
Voces opuestas (y silenciadas)
Por alguna razón misteriosa, ciertas noticias son más escurridizas que otras. En el año 2007, nada menos que 31.487 científicos (de los cuales más de 9.000 tenían un doctorado) firmaron una declaración afirmando que “No hay ninguna evidencia científica convincente de que la emisión de dióxido de carbono, metano u otros gases invernadero esté causando o cause en un futuro previsible un calentamiento catastrófico de la atmósfera y una alteración del clima de la Tierra. Además, hay evidencia científica sustancial de que el aumento de CO2 reporta muchos efectos beneficiosos al medio natural de plantas y animales”.
Y, cinco años después, 49 ex-científicos de la NASA enviaron una carta a su antiguo empleador lamentando que la Agencia se basara “en modelos climáticos deficientes cuyas predicciones habían resultado fallidas”.
Pero a las agencias de noticias, o a los periodistas que las copian sin miramientos todos los días, se les pasó la noticia. Vaya por Dios. Claro, que tampoco es de extrañar. Sabían que se jugaban el pan de sus hijos. Y sabían que muchos de los científicos que se han declarado escépticos ante el dogma climático terminaron perdiendo sus empleos, o sólo se atrevieron a abrir la boca después de jubilados.
Otros, los más decentes, no han esperado a la jubilación. Por ejemplo, la doctora Judith Curry, del Georgia Institute of Technology, dejó su puesto tras denunciar el descarado partidismo en las asignaciones de fondos para las investigaciones sobre el clima. Y Harold Lewis, profesor de física de la universidad de Santa Barbara, dimitió de la American Physical Society en 2010 declarando que “la estafa del calentamiento global, alimentada con billones de dólares, es el fraude más grave y más rotundo que he visto en mi vida”.
Por supuesto, también estas noticias han pasado 'inadvertidas' a los perritos falderos de la prensa y de la televisión. Dales unas cuantas monedas y te comerán en la mano.
El proceso que muchos de nosotros hemos atravesado lo describió muy bien el meteorólogo alemán Klaus Eckert cuando explicó que “Hace diez años, yo me limitaba a repetir como un loro lo que nos decía el IPCC. Pero un día me puse a comprobar los datos. Al principio, tenía dudas, pero pronto me indignó descubrir que el IPCC y los medios nos contaban cosas absurdas, ni siquiera respaldadas por datos ni mediciones científicas”.
Alguno de ustedes se preguntará maliciosamente si todos esos disidentes no estarán al servicio de las grandes petroleras. Puede ser, pero hasta el día de hoy nadie ha exhibido una sola prueba. Y es difícil creer que las compañías petroleras están invirtiendo en ellos más que billonarios como Bill Gates, Jeff Bezos o el rey Carlos III de Inglaterra, cuyas aportaciones sí son comprobables -y multimillonarias-.
Por si eso fuera poco, sabemos también que a los funcionarios que asignan los fondos de investigación les encanta recaudar impuestos sobre el carbono. Todo cuadra. O, como dijo un famoso general español: “Todo está atado y bien atado”.
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