En estas últimas semanas tenía pensado escribir sobre el universo, pero los acontecimientos se empeñan, una y otra vez, en arrastrarme en otra dirección. Supongo que es inevitable. En la maraña de información en la que estamos atrapados, deslindar la verdad del fraude no es menos necesario que combatir la superstición.
Un fármaco milagroso
Hace ya algún tiempo escribí, en este mismo blog, un artículo sobre la ivermectina y sobre la feroz campaña que se desató contra ella en 2020. La ivermectina es un medicamento contra los parásitos que mereció a sus descubridores un premio Nobel en 2015, y que viene siendo usada en veterinaria desde entonces, con excelentes resultados.
Cuando se desató la crisis de 2020, el Dr. Pierre Kory, especialista en enfermedades pulmonares, declaró ante un comité del Senado de Estados Unidos que la ivermectina era un “fármaco milagroso” frente al covid-19, e instó al gobierno a promover su uso para ese fin. El Dr. Kory, por cierto, no era ningún mindundi. Era director médico del Trauma and Life Support Center de la Universidad de Wisconsin, y había sido jefe del servicio de tratamientos críticos en el hospital de esa misma Universidad.
No obstante, la OMS y el CDC desaconsejaron la ivermectina alegando “ausencia de evidencias” y “posibles riesgos”. La FDA ni siquiera autorizó su uso en Estados Unidos. Pero el Dr. Kory no cedió, y finalmente, en 2023, la American Board of Internal Medicine revocó su licencia médica, impidiéndole así ejercer en grandes hospitales e instituciones académicas.
Trucos de prestidigitador
Los oponentes de la ivermectina se han basado fundamentalmente en cuatro estudios (TOGETHER, COVID-OUT, ACTIV-6 400 y PRINCIPLE) que concluían que la ivermectina era ineficaz frente al covid-19. Recientemente, sin embargo, un excelente artículo publicado en Substack me ha permitido conocer ciertos detalles. Y son bochornosos.
El propio Pierre Kory, junto con el patólogo David Wiseman y los cardiólogos Michael Goodkin y Peter McCullough –el cardiólogo con más publicaciones médicas del mundo– han examinado con lupa esos cuatro estudios y han revelado unos cuantos detalles… digamos, inesperados.
Por ejemplo, que en esos cuatro estudios se administraron dosis muy inferiores a las especificadas por el Dr. Kory. Hasta un 43% menores, en algunos casos. Peor todavía: las administraron fuera de las comidas, a sabiendas de que con ello la absorción de la ivermectina es mucho menor.
Además, los investigadores no podían ignorar que los tratamientos antivirales deben comenzar lo más tempranamente posible. A pesar de ello, iniciaron los estudios hasta cinco o seis días después de la aparición de los síntomas.
¿Dieron resultado los tratamientos? Sí. Bueno, sí, pero no. En el plazo inicialmente adoptado (14 días), los “investigadores” de ACTIV-6 400 se encontraron con un resultado alentador: la probabilidad de que el tratamiento reportara efectos beneficiosos era de 98%. En vista de lo cual ampliaron el plazo a 28 días, con lo que la probabilidad se redujo a 91%. Basándose en este resultado, el fármaco –sorprendentemente– fue declarado ineficaz.
Pese a que sabían que la ivermectina era eficaz frente a la variante delta pero no frente a la ómicron, los investigadores no las consideraron por separado. En los primeros días, más de un 90% de los voluntarios de ACTIV-6 400 estaban afectados por la variante delta, pero la aparición de la variante ómicron redujo progresivamente la eficacia del tratamiento. A nadie pareció importarle.
Follow the money
Pero la ivermectina podría ser todavía más beneficiosa. Hace pocos días, hice una búsqueda en Google Scholar con las palabras “ivermectin cancer” y obtuve más de 29.000 resultados. Todos los artículos que he llegado a examinar –concretamente, las dos primeras páginas– concluían que la ivermectina es efectiva contra muy diversos tipos de cáncer. Entonces, ¿por qué no hemos visto aún la noticia en la primera plana de ningún periódico? Verá, es que 20 tabletas de ivermectina cuestan unos 30 dólares, y un tratamiento de quimioterapia reporta a las farmacéuticas unos 200 dólares por sesión.
El caso de la ivermectina no es muy distinto. En octubre de 2023, Pfizer anunció Paxlovid, su nuevo medicamento contra el covid, con un coste de cerca de 1.400 dólares por tratamiento. Sólo en 2021, esa misma empresa realizó un beneficio de 36.000 millones de dólares. Y el psicópata multimillonario que aparece a menudo en este blog, que es el principal donante privado de la OMS y uno de los financiadores del estudio TOGETHER, ganó 500 millones de dólares especulando en bolsa con acciones de Moderna.
Entre tanto, la licencia del cardiólogo Peter McCullough ha sido también revocada, y personalidades como Robert Malone –el inventor de las ‘vacunas’ de ARNm– o Mike Yeadon, ex-vicepresidente de Pfizer, que son críticos con las marrullerías de las grandes farmacéuticas, son despiadadamente injuriados en los medios de comunicación.
¿Cómo es posible que todas las instituciones oficiales, y todos los grandes medios de prensa y de televisión, tomen partido contra los ciudadanos que supuestamente deben defender? Esa es una pregunta que llevo ya tres años haciéndome. Y no estoy seguro de tener una respuesta. O quizá esa respuesta es demasiado terrible para ser psicológicamente soportable.