Ramas
Fauces de dragón, cabezas con antenas, ojos fosforescentes. A lo largo de la historia, los escritores de ciencia ficción han imaginado extraterrestres de todas las formas y tamaños. ¿Serán realmente tan diferentes (o tan parecidos) en comparación con los de las películas? La respuesta es: dependerá de cómo sean sus planetas. Si vienen de un planeta parecido al nuestro, es posible que los hombrecillos verdes no sean tan fantásticos como parece. Ahora que la ciencia ficción está siendo superada por la realidad, tal vez los viejos escritores del género no estaban tan desencaminados.
Uno tiende a pensar que la evolución genera diversidad. Los canguros, por ejemplo, tienen la placenta por fuera del cuerpo, mientras que los mamíferos la albergan en su interior. No es sorprendente. Australia se separó de los demás continentes hace millones de años, y las especies que la habitaban entonces evolucionaron siguiendo caminos diferentes.
Alas
Sin embargo, hay similitudes sorprendentes. Las alas de los pájaros son el equivalente de nuestros brazos, mientras que las de los murciélagos se parecen más a nuestras manos. Los murciélagos emiten sonidos y se orientan escuchando sus ecos. Como los delfines. Los delfines, por su parte, tienen una forma parecida a los tiburones y, como ellos, unas aletas perfectamente adaptadas para nadar.
Pero nosotros no volamos, y los delfines tampoco. Además, los delfines paren a sus crías, mientras que los tiburones ponen huevos. ¿Entonces ? Bueno, los antepasados comunes de tiburones y delfines vivieron hace casi 300 millones de años. Algunos de ellos salieron del mar y desarrollaron extremidades, mientras que los otros se quedaron en el agua. Pero con el tiempo algunos mamíferos regresaron al océano y se adaptaron otra vez. Convirtieron sus brazos en aletas. Sí, el eterno retorno.
En realidad, la clave de esos rasgos no es en qué se parecen, sino para qué sirven. Las aletas de un delfín y nuestras manos tienen una estructura parecida, pero cumplen funciones diferentes. Si no hubiéramos desarrollado manos, no habríamos podido fabricar ni una simple hacha de sílex. Y nuestra civilización no existiría.
Ojos
Los pulpos probablemente nunca sintieron tentaciones de abandonar el mar y salir a respirar. Pero, igual que nuestros antepasados, necesitaban ver. Por eso sus ojos son parecidos a los nuestros. Esencialmente, necesitaban una lente y una pantalla donde proyectar las imágenes. Y la desarrollaron.
Pero la similitud más sorprendente ha sido descubierta hace poco: es un microbio de una sola célula que tiene un ojo. Sí, ha leído usted bien: de una sola célula. Su ojo —los biólogos lo llaman ‘oceloide‘— tiene una estructura parecida a los ojos de los animales ‘superiores’. Tanto, que sus descubridores pensaron que eran los restos de una mala digestión. Pues no. Les presento a Erythropsidinium.
¿Y para qué necesita un organismo tan simple una estructura tan sofisticada? Según los biólogos, resulta que ese bichito se alimenta de otros microbios que son transparentes, y una manera de ‘verlos’ es a través de un filtro que deje pasar sólo la luz polarizada. Sí, como las gafas de sol.
Rompecabezas
En realidad, se trata de combinar de maneras distintas un número limitado de componentes que nos ofrece la naturaleza. Las algas y los hongos, por ejemplo, son sensibles a la luz. Pero no han inventado nada. Se valen de proteínas que también nosotros tenemos en nuestros ojos. Carpinteros habrá muchos, pero sus cajas de herramientas son, esencialmente, las mismas.
Es lo que los biólogos llaman ‘evolución convergente‘. Que es lo contrario de lo que propuso Darwin, que era un proceso divergente. El fenómeno lo observó, a mediados del siglo XIX, el naturalista Richard Owen, que comprendió que, en biología, la estructura de un órgano está determinada por la función que desempeña. Aunque los extraterrestres no tuvieran cerebro, necesitarían un órgano con el que averiguar cómo llegar hasta nosotros. Un órgano no muy desarrollado, se supone. ¿A quién se le podría ocurrir visitar el único planeta del universo con ideología de género?
Sería una paradoja divertida que la evolución, siendo ciega, hubiera conseguido producir ojos. Aunque también es cierto que algunos ojos ven, pero no se enteran. En el mundo, ya se sabe, hay gente para todo. La evolución, amigo lector, más que un árbol es un laberinto en el que todos los que entran se terminan encontrando. Todos los caminos conducen a Roma.