Los filósofos de la antigüedad creían que la Tierra no se movía y ocupaba el centro del universo. A su alrededor las nubes, la luna, los astros y los planetas cambiaban constantemente de lugar, pero el suelo que ellos pisaban se mantenía eternamente inmóvil.
Hoy sabemos que eso no es cierto. La Tierra gira sobre sí misma y, al mismo tiempo, da vueltas alrededor del sol, que a su vez se mueve arrastrado por la Vía Láctea a través de un universo en el que otros miles de millones de galaxias navegan, como ella, a la deriva. En nuestro universo nada está nunca quieto. O, dicho de otro modo: siempre encontraremos en él algún lugar desde el que alguien nos verá en movimiento.
La mente humana tiende a simplificar las cosas, y es normal. Cuando pensamos que el clima está cambiando porque ya no nieva como cuando éramos niños, no se nos ocurre pensar que tal vez nuestros abuelos, o los abuelos de sus bisabuelos, habían observado exactamente lo contrario.
Algo parecido podría estar sucediendo con el nivel del mar. A lo largo de millones de años, los continentes se han desplazado, las lluvias y la evaporación han aumentado y disminuido, y los hielos polares se han derretido y se han vuelto a congelar, muchas veces. En los últimos cien mil años, siempre encontraremos un periodo en el que el mar estaba más alto o más bajo que en nuestros días.
Pero, si todo está constantemente en movimiento, ¿cómo puede alguien asegurarnos que el nivel del mar está subiendo? ¿Está subiendo con respecto a qué?
Mirando a los quásares
La respuesta correcta debería ser: con respecto al centro de la Tierra. Ahora bien, ¿podemos averiguar dónde está exactamente el centro de la Tierra? Parece difícil. Para empezar, la Tierra no es una esfera perfecta, y por lo tanto no podemos determinar su centro geométricamente. Por eso, los físicos prefieren hablar del ‘centro de masas’ de la Tierra: el promedio, por así decirlo, de todas las masas sólidas, líquidas y gaseosas que conforman nuestro planeta.
¿Es posible determinar ese promedio? No parece fácil. Tanto la atmósfera que nos rodea como la corteza y el interior de la Tierra están constantemente en movimiento. No es posible que el centro de la Tierra se mantenga siempre en su sitio. Tiene que estar cambiando a lo largo del tiempo. Pero tiene que estar cambiando… ¿con respecto a qué?
La solución práctica a ese problema la hemos encontrado en las galaxias más remotas. Alejados de nosotros miles de millones de años luz, los quásares están tan inconcebiblemente lejos que, vayan a donde vayan, desde nuestro punto de vista no se mueven. Y nos sirven, por lo tanto, como referencia ‘absoluta’. Gracias a los quásares, los especialistas han conseguido determinar el centro de la Tierra con un margen de incertidumbre sorprendente: entre 1 y 2 mm.
El nivel del mar
Ahora vamos con el nivel del mar. En el extremo oeste del canal de Panamá, el océano Pacífico está unos 20 cm más alto que el Atlántico, y sus mareas pueden llegar a ser hasta 5 metros más elevadas. Conociendo sólo ese dato es fácil comprender que, a escala mundial, el ‘nivel del mar’ sólo podrá ser un promedio. ¿Cómo lo calcularemos?
Hay varios métodos. Mediante láser o radar, algunos satélites son capaces de medir con precisión la distancia que los separa de la superficie del mar. Y lo hacen en muchos puntos distintos y a lo largo de muchos años, para poder promediar. Pero los satélites no empezaron a hacer esas mediciones hasta 1993. ¿Será eso suficiente?
Hay también toda una red de estaciones de GPS y de mareómetros que miden los descensos y elevaciones de la tierra firme y del mar. Los márgenes de incertidumbre de esas mediciones varían bastante, pero por término medio podrían estar situados entre 2 y 5 mm.
Para obtener ese promedio uno tiene que suponer que las olas suben tanto como bajan, de modo que, a largo plazo, el resultado final será indiferente. Sin embargo, las mareas y los efectos del viento son mucho más variables. E imprevisibles. Para descontar sus efectos sobre el nivel del mar, a los meteorólogos no les bastan los promedios. Tienen que sustituirlos por... modelos.
Ahora bien, si hemos determinado el centro de la Tierra con un margen de error de entre 1 y 2 mm, y si el nivel del mar aumenta respecto al centro de la Tierra con un margen de error de 2 a 5 mm, ¿cómo pueden alguien asegurarnos que el nivel del mar está subiendo 3’3 mm cada año?
Pero es peor todavía. Los océanos ocupan un 70% de la superficie de nuestro planeta, y los altímetros sólo abarcan un 95% de esa superficie, aproximadamente. Eso introduce un margen de error adicional del 5%. ¿Qué hacen los meteorólogos para reducirlo? No es difícil de imaginar: modelos, interpolaciones, mediciones indirectas, recalibración de los instrumentos.
En resumen: esos 3’3 mm no son realmente un valor medido, sino ‘consensuado’. Y, aparentemente, bastante manipulado.
El consenso
Los modelos son parte inseparable de la ciencia. La ley de la gravedad, por ejemplo, es simplemente un modelo que nos sirve para explicar por qué, y con qué velocidad, caerá una manzana. Y lo explica perfectamente. Pero, si en lugar de usar un modelo para explicar una observación, lo usamos en sustitución de una observación, ¿estamos realmente haciendo ciencia? No, probablemente estamos haciendo trampa.
Hay muchas formas de hacer trampa. Por ejemplo, decidiendo cómo seleccionar los datos –o las hipótesis– en que se basará nuestro modelo. O escogiendo cómo determinar el margen de error de los resultados. Por añadidura, ¿consideraremos unas conclusiones más importantes que otras, o silenciaremos las que no agradan a nuestros patrocinadores? Según el geólogo Nils-Axel Mörner, por ejemplo, los datos de altimetría satelital han sido ‘inflados’ deliberadamente y no concuerdan con los datos de las mareas.
Personalmente, tengo serias dudas de que el nivel del mar sea un dato predecible, o incluso de que sea un ‘dato’. En mi opinión, los márgenes de incertidumbre reales de las predicciones son inaceptables. ¿Tiene sentido predecir que alguien correrá los cien metros lisos en 10 segundos, con un margen de incertidumbre de 10 segundos?
Además, por si eso fuera poco, las predicciones de los alarmistas no se están cumpliendo. A estas alturas, Nueva York tendría que estar ya cubierto por las aguas, y las Maldivas habrían desaparecido de los mapas. Sin embargo, nadie parece haber reconocido sus errores, y las predicciones agoreras nos siguen lloviendo.
Mal asunto. Cuando las predicciones ‘científicas’ sirven como fundamento para imponer cambios de comportamiento de la sociedad, desconfíe. Y, sobre todo, pregúntese: ¿a quién benefician?
Hola Ricky.
Excelente el artículo y (otra vez) me enseñas y abres los ojos a paradigmas que (por supuesto) no cuestionaba.
La manipulación de la masas con base en la "ciencia" para beneficio de intereses particulares, se apoya en medios mercenarios (la mayoría) y funcionarios corruptos y/o fuertemente amenazados, logrando masas dóciles y obedientes que en general no buscan ver "más allá de lo evidente" y que por supuesto "siguen la corriente".
A lo mejor conoces el comercial del lanzamiento de la Macintosh de Apple, pero en caso de que no, te invito a ver lo que a mí me parece una verdadera obra de arte a éste respecto de la manipulación "científica" (ojo: no van por su vacuna del COVID).
Un abrazo Ricky.
https://youtu.be/YYfgj5HuLjo?si=2ApMTHDzOPR-Gg30
Tienes razón Ricky, y aunque directamente yo no ví dicha imágen, por supuesto que escuché de ella y noté el temor que generó.
En aquellos días no consideré que podía ser parte de una gran orquestación... pero ahora que lo mencionas entiendo que se movieron en todos los niveles.
Gracias.