Érase una vez un astrónomo que se distraía tanto mirando a las estrellas que una noche, caminando, se cayó en un pozo. Una bella sirviente –cuenta la leyenda– lo ayudó a salir y, en son de burla, le espetó:
“¿Cómo quieres averiguar lo que sucede en el cielo si ni siquiera ves lo que tienes debajo de tus pies?”
El astrónomo distraído del que se burló aquella muchacha era nada menos que uno de los siete sabios de Grecia. Quizá el único que no se dedicó a la política, por lo cual merece mi más calurosa simpatía. Sin embargo, todo lo que creemos saber de él podría ser pura leyenda, porque nos lo relataron autores muy posteriores a su época. Tan posteriores como Diógenes Laercio, que vivió ochocientos años después.
Imagínese escribir hoy la biografía de Carlomagno simplemente de oídas. Pues algo así viene a ser la vida de Tales de Mileto, el único sabio de Grecia obsesionado con las estrellas y, por cierto, el primero que se hizo rico gracias a la ciencia. Pero no nos apresuremos.
En realidad, Mileto no era su apellido, sino el nombre de la ciudad en que nació: Miletos, una colonia griega situada en la antigua Jonia, hoy Turquía, junto a la desembocadura del río Menderes. Gracias al comercio, Miletos era por entonces una de las ciudades más prósperas de Grecia, y no sería de extrañar que, como escribieron algunos autores, los padres de Tales hubieran sido fenicios.
Todo eso sucedía hacia el año 625 antes de nuestra era. No sabemos nada de la infancia de Tales, pero parece ser que en su juventud, al menos durante algún tiempo, se dedicó a la agricultura. Hay quien ha afirmado que se casó y tuvo un hijo llamado Cibisto, aunque otros autores aseguran que nunca contrajo matrimonio y adoptó a un sobrino suyo de nombre Cibisto.
Barcos y geometría
Además de ser un gran núcleo comercial –o quizá por esa razón–, en Jonia se congregaban por aquel entonces filósofos y matemáticos venidos de otras tierras. No sabemos si fue aquel ambiente estimulante lo que condujo a Tales por el camino de la ciencia o si, como cuentan algunos autores, el joven Tales aprendió matemáticas en Egipto. O en Babilonia, según otros.
Lo que sí sabemos es que, en Egipto, Tales descubrió un método para medir la altura de las pirámides. Un método elemental, por cierto. Cuando la sombra de Tales era exactamente igual a su altura, a la sombra de las pirámides le ocurría lo mismo. Espere usted a ese momento, mida entonces la sombra de la pirámide… y ya tendrá su altura.
Otra de las invenciones simples, pero sorprendentemente útiles, que se le ocurrieron a Tales fue un método para calcular la distancia desde los barcos hasta la costa. Súbase usted a lo alto de una torre, hinque en el suelo una estaca vertical y fije después a la estaca una flecha que pueda girar. Sí, como un molinillo. Ahora, apunte con la flecha hacia el barco. El ángulo que forme la flecha con la estaca tendrá la solución a su problema. Apunte ahora con ese mismo ángulo hacia la tierra firme. Si nuestro terreno es llano, la flecha nos indicará desde dónde tenemos que empezar a medir.
Se cuenta también que Tales introdujo la geometría en Grecia. Pero lo que realmente aportó fue la idea de que la geometría no servía sólo para medir. Las relaciones entre líneas y ángulos son universales. Sirven igualmente para muchas otras formas geométricas, y nos permiten encontrar soluciones insospechadas a problemas diferentes.
A ese tipo de razonamientos hoy los llamamos ‘teoremas’, y de hecho Tales descubrió cinco de ellos. Si usted fue a la escuela hace muchos años, seguramente recordará el más conocido de todos.
Predecir un eclipse
Tales era un genio, pero no lo sabía todo. Él creía que la Tierra era un disco plano que flotaba en un océano infinito. Las olas de aquel océano causaban los terremotos mientras, allá arriba en el cielo, las estrellas eran bolas de polvo eternamente en llamas. Sin embargo, sí acertó a comprender que la luna no tiene luz propia, sino que refleja la luz que le envía el sol. Y calculó con exactitud las fechas de los solsticios y de los equinoccios.
La predicción más espectacular que le atribuyen fue la fecha exacta de un eclipse de sol. El eclipse, casualmente, acaeció durante una batalla entre los lidios y los medas, que en cuanto comenzó el fenómeno, aterrorizados, depusieron las armas y firmaron un tratado de paz. Pero hay quien duda de aquella predicción, y no le faltan razones. Los eclipses de luna eran fáciles de predecir, pero los del sol no son visibles desde cualquier punto de la Tierra, y eso complica mucho los cálculos. Aun así, Isaac Asimov afirmó que aquella predicción había representado "el nacimiento de la ciencia".
Buena cosecha
Aquel pacificador eclipse fue la predicción más espectacular de Tales, pero no la más rentable. Según se cuenta, en cierta ocasión Tales dedujo que el tiempo meteorológico iba a ser muy propicio para el cultivo de la aceituna y compró todas las almazaras de Mileto y alrededores. La cosecha, efectivamente, fue excelente, y Tales ganó una fortuna con la venta del aceite.
Otra de las ideas simples, pero geniales, que atribuyen a Tales le granjeó la admiración del rey Creso, que había enviado su ejército a Persia pero que se había topado con un inconveniente. Al llegar al río Halis, resultó que bajaba muy crecido y las tropas no se atrevian a vadearlo. Tales entonces propuso desviar la corriente río arriba, y así se hizo. Dio resultado. El caudal del río disminuyó lo suficiente y los soldados pudieron pasar a la otra orilla.
A veces, sin embargo, un razonamiento apresurado conduce a conclusiones no tan científicas. Tales experimentó con diversos materiales, y en particular con el ámbar y la magnetita. Observó que, si frotaba un trozo de ámbar con la piel de un animal, el ámbar atraía las plumas, del mismo modo que los imanes atraían el hierro. Por lo tanto, aseguró, el ámbar y el imán tenían que tener un alma. Al fin y al cabo, razonó, si una cosa se mueve es porque está viva, y si está viva es porque posee un alma.
Por cierto, el nombre del ámbar en griego es ‘electron’ (ἤλεκτρον). ¿Les suena de algo?
La derrota de los héroes
El sentido común de Tales ejerció una gran influencia en los filósofos de la Grecia antigua. Gracias a él, por ejemplo, su discípulo Anaximandro comprendió que los conceptos de ‘arriba’ y ‘abajo’ son relativos, y por lo tanto la Tierra no tenía por qué tener una base en la que sustentarse. Tales, por cierto, había afirmado lo contrario.
Se dice que el gran Tales influyó también en los descubrimientos de Pitágoras. Por lo visto, el joven Pitágoras había visitado al por entonces famoso Tales, quien le aconsejó viajar a Egipto para estudiar matemáticas.
Pero el mayor legado de Tales fue la aplicación del razonamiento lógico para explicar los fenómenos naturales. Con él, la religión y la mitología dieron el primer paso atrás en una pugna que se ha prolongado durante siglos, y que no parece haber terminado todavía. Sea como sea, a manos de Tales los dioses y los héroes sufrieron su primera derrota.
¿Qué nos ha quedado hoy del gran Tales, además de sus teoremas y de sus sorprendentes inventos? Poca cosa. Un busto en el Museo Capitolino de Roma y el inevitable cráter de la luna que lleva su nombre. Quizá el pensamiento suyo más conocido se resume en una frase que pocos saben que él pronunció: “Conócete a ti mismo”.
Posiblemente, la única idea de la filosofía antigua que siempre será necesaria.
La figura de Tales de Mileto es sin duda fascinante. Pero por las fuentes que nos han llegado de él, es inevitable pensar que gran parte de la obra y pensamiento que se le atribuye sea parte de la idealización de su figura (como la de muchos otros personajes de la antigüedad).
Muy interesante!