Tardé muchos años en caer en la cuenta de que las naranjas navel se llaman así porque su parte inferior es parecida a un ombligo (eso es lo que significa ‘navel’ en inglés). Según ciertos autores, la palabra naranja proviene del tamil naranthai, y antes de llegar al español pasó por el sánscrito, el persa y el árabe. Todo un pedigree.
Según otros autores, en cambio, el origen del nombre es ‘aruanju’, que en tamil quiere decir ‘seis más cinco’. Efectivamente, si abrimos en dos mitades una naranja cualquiera, observaremos que esas dos mitades no son iguales: una tendrá seis gajos, y la otra cinco.
En otras lenguas, el nombre de la naranja es el mismo que el de un país: Portugal, que fue en un tiempo el principal exportador de esa fruta. Y en varios idiomas germánicos y eslavos la palabra ‘naranja’ podría traducirse como ‘manzana de China’.
Más curiosidades lingüísticas: Naranja es el nombre de un lugar de Florida, que en el censo del año 2000 contaba 4.030 habitantes. En aquella fecha, sólo un 28% de aquells habitantes hablaban español, mientras que un 0’95% tenía como lengua materna el tagalo. En total, 38 habitantes. Pero Naranja no tiene nada que ver con Orange, que es una circunscripción (county) de California.
Son pocas las variedades de naranja puras. La mayoría son híbridos o injertos. Una de las combinaciones más felices la consiguió un sacerdote francés, que, tras cruzar nranjas con mandarinas, obtuvo una fruta muy parecida a la mandarina, pero sin semillas y con la corteza hueca (es decir, fácil de pelar). De nombre le pusieron clementina. El sacerdote se llamaba… Pierre Clément.