¿Por qué los cangrejos caminan de costado?
La mejor defensa de un cangrejo consiste en enterrarse bajo la arena o en esconderse en alguna grieta rocosa. Para cualquiera de esas dos maniobras, tener una forma alargada y aplanada es muy conveniente. Naturalmente, todo tiene un precio en la vida, y el precio a pagar por ese ‘seguro de vida’ es tener que caminar lateralmente.
Pero, como todos hemos comprobado alguna vez, no se les da nada mal. En realidad, los cangrejos no han renunciado del todo a su pasado más remoto y son también capaces de moverse hacia adelante. Sólo que mucho más despacio. Más o menos como nosotros cuando intentamos caminar de lado a lado.
¿Hay peces que respiran aire?
Espere un momento: no, las ballenas y los delfines no son peces. Son mamíferos, como usted y como yo. Tienen sangre caliente y amamantan a sus crías. Por alguna razón que desconocemos, ellos no evolucionaron como los peces ni se aventuraron tierra adentro como los demás mamíferos. Extravagancias.
Por sorprendente que parezca, hay unas 450 especies de peces que también respiran aire. La mayoría de ellos, en los trópicos. Y no todos respiran de la misma manera. Algunos se sirven de vejigas o pulmones, mientras que otros respiran por la piel –sí, por la piel–. E incluso por las agallas. Y los más afortunados son anfibios: igual pueden desenvolverse en el agua que en tierra firme, o en el aire.
Un dato curioso: que se sepa, el pez que más aguantó volando por encima del agua tardó 45 segundos en regresar al líquido elemento.
¿Por qué hay animales venenosos?
Eso es como preguntar por qué hay luchadores de kung fu.
Sí, para defenderse. Todos los seres vivos se multiplican, y si no hubiera otros que se alimentaran de ellos, tarde o temprano invadirían todo el planeta. Claro, que todo tiene un límite. Si los leones se comieran todas las gacelas, se quedarían sin comida, y ellos mismos terminarían extinguiéndose. Lo normal, por lo tanto, es que unos se coman a otros hasta que se establezca un equilibrio. Esos equilibrios y desequilibrios son precisamente lo que estudia la ecología, que, al contrario de lo que muchos creen, no tiene nada que ver con la huella de carbono o el reciclado de las basuras.
Para defenderse de sus enemigos hambrientos, algunos animales han desarrollado garras, o colmillos. O se esconden en su caparazón, o lanzan un chorro de tinta que los hace invisibles. Pero otros han preferido defenderse... contraatacando. Las rayas, por ejemplo, sueltan una descarga eléctrica en cuanto alguien las toca, las avispas clavan un aguijón y las víboras inyectan una sustancia venenosa a través de sus colmillos.
¿Y cuál es el animal más venenoso del mundo?
En contra de lo que muchos creen, las arañas no son los animales más venenosos. Ni siquiera la viuda negra. La realidad es que la mayoría de las arañas son inofensivas. Son incluso beneficiosas para nosotros, porque se comen los insectos. El animal más venenoso del mundo, que se sepa, es una especie de rana que vive en las selvas tropicales. Una sola gota de su veneno, del tamaño de una cabeza de alfiler, es capaz de matar a una persona, incluso sólo tocándola. Por suerte, tienen unos colores muy vivos y es bastante fácil verlas a distancia y evitarlas. Ya se sabe, el que avisa no es traidor...
¿Por qué el humo atonta a las abejas?
Las abejas son insectos muy sociables, y en cuanto perciben algún peligro para su enjambre emiten unas hormonas que propagan la alarma. Para los entendidos: acetato de isopentil y 2-heptanona. Las abejas que perciben esas sustancias hacen lo mismo, y en poco tiempo toda la colonia está en estado de alerta. Si usted se encuentra en las inmediaciones, el estado de alerta quiere decir que va a ser aguijoneado sin piedad hasta que las abejas dejen de sentirse amenazadas.
El humo –y el aroma intenso de algunas flores– perturba el olfato de las abejas y consigue desconcertarlas. Pero es un efecto pasajero. Si usted ha encendido una fogata para acercarse a un panal de abejas, salga corriendo en cuanto vea que el fuego se apaga. Un cuarto de hora después, quizá sea demasiado tarde.
¿Por qué el cielo es azul?
Si ha visto usted alguna vez a un astronauta saliendo de su nave, probablemente se habrá dado cuenta de que el cielo, allá arriba, es negro. ¿Por qué entonces aquí abajo lo vemos azul?
Bueno, entre nosotros y los astronautas hay una atmósfera, que se compone de varios gases. En esa atmósfera, la luz no se comporta igual que en el espacio exterior. Pero hay un problema: la luz del sol es blanca, y nosotros la vemos azul.
El blanco en realidad no es un color, sino una mezcla de todos los colores. Podemos comprobarlo pintando un disco con todos los colores del arco iris y haciéndolo girar a gran velocidad. Sin que nosotros nos demos cuenta, todos esos colores se mezclarán en nuestra retina y lo que nosotros veremos será un disco blanco.
En la atmósfera, sin embargo, esa luz blanca del sol choca con las moléculas de la atmósfera y, al chocar, se dispersa. Pero no se dispersa por igual. Los componentes azul y violeta de esa luz se dispersan mucho más que los demás componentes. ¿Violeta, he dicho? ¡Pero nosotros no vemos el cielo de color violeta! Bueno, eso no es porque no esté ahí, sino porque nuestros ojos son mucho más sensibles al color azul que al violeta.
Cuando el sol se acerca al horizonte, en cambio, su luz tiene que atravesar muchas más moléculas de aire para llegar hasta nosotros. Cuanto más se dispersa la luz blanca, más se separan sus componentes rojo, anaranjado y amarillo, y el resultado son esos atardeceres y amaneceres tan románticos.
¿Qué dirección señalaría una brújula si estuviéramos en el Polo Norte?
Para empezar, tendríamos que aclarar a qué Polo Norte nos referimos porque, en realidad, hay dos Polos Norte. Uno es un punto alrededor del cual gira el planeta Tierra, y el otro es el norte magnético, que es el lugar hacia el que apuntan las brújulas. Esos dos nortes casi nunca coinciden, porque el campo magnético terrestre está constantemente en movimiento. No tanto como para que nuestra brújula nos conduzca a Hawaii, pero sí lo suficiente para que no podamos saber cuándo estamos realmente en el Polo Norte. A día de hoy, el norte magnético está en el norte de Canadá, y se mueve hacia el noroeste unos 50 km cada año.
A lo largo de los milenios, sin embargo, ese campo magnético se ha invertido muchas veces. Concretamente, hace 780.000 años el norte magnético estaba en el polo sur, y el sur en el norte. Y, lo más sorprendentemente de todo, cambió prácticamente de la noche a la mañana.
Si eso volviera a suceder un día de estos, ¿nos podría afectar? Sí, y no sólo a nosotros. Las ballenas y las tortugas, por ejemplo, que se orientan guiándose por el campo magnético, se perderían en mitad del océano. Además, nuestras redes de comunicaciones se verían alteradas. Y, si en alguna región el campo magnético llegara a debilitarse, sería conveniente emigrar. La luz ultravioleta del sol llegaría hasta nosotros con mucha mayor intensidad y podría afectar a nuestra salud.
Pero nos hemos ido por las ramas. ¿Hacia dónde apuntaría nuestra brújula si estuviéramos exactamente en el Polo Norte magnético? Pues hacia ningún lado. Probablemente se movería en todas direcciones sin detenerse en ninguna posición fija. O apuntaría a una dirección diferente cada vez que sacudiéramos la brújula o moviéramos la aguja con el dedo.
(Continuará)